Por César López – Técnico Superior en Turismo
La Virgen del Rosario fue declarada patrona de nuestra Ciudad el 7 de octubre del año 1852. Un acontecimiento clave para comprender cuál fue el eje transversal de la evolución histórica de un pueblo sin fecha de fundación. Esta zona conocida, en ese entonces, como “Mojones”, contaba con un puerto clandestino por donde ingresaban los productos que nos proveía el fecundo suelo argentino.
Durante esta época de tráfico ilegal, apareció un navegante llamado Leandro Encinas, quien transportaba una partida de cueros para ser comercializada y por esta razón, sorpresivamente, lo detuvieron. Hace unos años, se encontró un documento oficial de este episodio que sucedió el 9 de noviembre del año 1791, siendo el registro más antiguo de los orígenes de Goya. Encinas, además de haber sido protagonista de este hecho trascendental, fue el gestor de nuestra fe consagrada a la Virgen del Rosario, al traer una lámina con su imagen, hace más de dos siglos. Ese fue el comienzo de un romance imborrable que hasta hoy perdura y florece cada 7 de octubre cuando celebramos un año más de vida de nuestra localidad. Quizás por ser la patrona de los navegantes españoles, muchas de las ciudades del litoral rinden homenaje a esta advocación mariana como fundadora de su identidad.
En un primer momento, en el año 1825, este lugar se llamó “Puerto de Goya de la Villa del Rosario” y luego Ciudad de Goya, allá por el año 1852. Los primeros pobladores, con la colaboración de don Leandro Encinas, levantaron una pequeña capilla de adobe, tejas y tacuaras en un terreno donado por Francisco de Soto, antiguo propietario de este solar. Aquel espíritu de generosidad y entrega fue desplegándose en el tiempo y tuvo su punto culmen con la construcción de la mayor expresión arquitectónica de estilo italianizante que existe en la provincia, la Iglesia Catedral. Al mirar este monumento extraordinario que se impone en el corazón de la ciudad, podemos abrazar el misterio que nos une y convoca como hermanos en comunidad. Es aquí donde el patrimonio nos enseña que fue creado por amor y para amar, porque aquellos habitantes dejaron su esfuerzo y sus años para construir no solo un templo sino los valores de libertad, igualdad y dignidad en esta sociedad.
En la figura de la Virgen del Rosario se sostiene el fundamento de nuestra historia, la génesis, el progreso y desarrollo de la ciudad. En sus ojos nos sentimos reflejados y encontramos todas nuestras vicisitudes, los triunfos, los fracasos, las crisis y resurrecciones. Ella es patrona de Goya desde hace 169 años, pero madre de nuestra tradición y esperanza desde que apareció su imagen en el viejo amarradero del viento.