Por César López – Técnico Superior en Turismo
En el mes del escritor debemos honrar la memoria de un paisajista exquisito que con su poesía, fue pintando al óleo cuadros de la fisonomía litoraleña. Un creador de texturas y colores que se fundían en imágenes en cada línea su obra
Osvaldo Sosa Cordero nació en Concepción del Yaguareté Corá (Corrientes), el 6 de julio de 1906 y falleció en Buenos Aires en el año 1986. Fue poeta, pianista y autor de obras trascendentales para el folklore nacional. Compuso milongas, marchas de carnaval tangos y grandes canciones chamameceras como “Nendivei” o “Alma Guaraní”, clásicos de todos los tiempos. Desde niño, Sosa Cordero, se enamoró de la abundante biodiversidad de los Esteros del Iberá y las tradiciones de nuestra cultura popular. Su inspiración poética se nutrió de las atávicas costumbres guaraníes, la vida laboriosa del isleño y los avatares del hombre que va surcando el campo.
En su lírica acuna los rasgos artísticos del movimiento impresionista, concibiendo un mundo repleto de imágenes sensoriales, con versos cargados de figuras retóricas y cadencias que se deslizan en vaivén por nuestras emociones. Su arte nos invita a conocer cada rincón geográfico del taragüí y nos lanza hacia una superficie tornasolada de símbolos que se conectan con lo más auténtico de nosotros mismos. Repasando su larga trayectoria, es preciso destacar que fue el primer Director de Cultura de la provincia, integró el directorio de SADAIC y es dueño de más de 250 canciones. Recibió numerosos galardones, entre ellos, el PREMIO KONEX que lo definió como una de las cinco figuras de la música popular argentina.
Osvaldo Sosa Cordero, escribió “Corrientes es manantial inagotable de poesía”, en su libro Romancero Guaraní, publicado en los años cincuenta. Aquí, se encuentran poemas como el que se titula Mapa, en donde describe en una metáfora nuestra cartografía, la silueta de nuestra provincia: “CORRIENTES ESTIRA EL CUERO DE SU NOVILLO MESTIZO ESTAQUEADO BAJO EL SOL DE FURORES INCISIVOS”. También, allí, nos dejó un cántico titulado Chamamé que nos envuelve con las siguientes imágenes: “LA TARDE FILTRA ZAFIROS SOBRE EL SUEÑO DE LOS PASTOS, UN ABANICO DE TEROS SE AGITA SOBRE EL PANTANO, SE MEZCLAN GRISES Y AÑILES BAJO EL ALERO DEL RANCHO, DONDE UN PAISANO QUE PUSO SU JORNADA SOBRE EL CAMPO, PULSA UNA VIEJA CORDIONA Y CON ELLA SIGUE ARANDO”. Es un orfebre de la literatura correntina, porque en sus textos nos ha labrado, como joyas, escenarios incomparables de nuestra identidad