Mucha gente vive avergonzada, empequeñecida; incluso, sin ser consciente de ello. La vergüenza es una emoción que se manifiesta socialmente, pues actúa como una barrera que no nos permite conectar con nosotros mismos y con los demás.
¿Cuál es el origen de esta emoción que puede llegar a controlar nuestras vidas? La fuente de la vergüenza son los pensamientos. Uno se pregunta a un nivel inconsciente: “¿Qué pensarán de mí?”. Así, nos enfocamos en cómo nos están viendo otros.
Los seres humanos, con excepción del psicópata, construimos una imagen que nos permite ser aceptados por la sociedad. Dicha imagen esconde ciertos rasgos negativos que no deseamos que los demás conozcan, ya que quedaríamos totalmente expuestos.
La vergüenza siempre nos hace sentir incomodidad y, cuando ya estamos completamente controlados por ella, puede también llegar a paralizarnos y bloquear nuestras actividades diarias. Esto sucede porque, al sentirnos avergonzados, no logramos desarrollar nuestras capacidades a pleno.
Estos son algunos de los motivos por los que alguien puede sentir vergüenza:
* De ser descubierto al realizar ciertos actos privados de los que no está orgulloso.
* Del propio cuerpo que se rechaza y no se acepta por no cumplir con los parámetros sociales.
* De formar parte de un grupo e interactuar con otros.
* De cometer un error, por miedo a ser rechazado.
* De tener mucho dinero (aunque suene extraño), por miedo a no ser aceptado por sus pares.
* De hablar con el sexo opuesto.
* De la conducta de un familiar o la pareja, que juzga negativa.
Cuando no sabemos cómo manejar una situación en la que nos sentimos incómodos, solemos escondernos.
¿Por qué?
Porque nos sentimos diferentes, fuera de la manada. En el fondo, tememos no ser aceptados por la gente. Si uno se tropieza y se cae, se avergüenza; pero si alguien dice: “Yo también me caí, no te preocupes”, se sentirá aceptado.
Seamos conscientes o no, ¡a todos nos importa la opinión ajena!
¿Es posible superar la vergüenza?
Claro que sí. Lo ideal para lograrlo es buscar un “grupo de pertenencia”. Este acepta a cada nuevo integrante y lo valida, lo cual le brinda un ámbito donde no se siente rechazado. Todo lo contrario, se siente reconocido por los suyos y puede potenciar sus capacidades e, incluso, disentir porque sabe que tiene aceptación.
Nuestros familiares y amigos siempre deberían ser, como me gusta decir, una “madriguera de aceptación”. Esto significa que son relaciones que nos brindan contención, apoyo, respeto y seguridad. Relaciones mutuas y sanas donde podemos compartir vivencias, tanto positivas como negativas, y valores.
La vergüenza es la creencia profunda de que “yo soy deficiente”. El foco está en el ser (no en el hacer). Pero, frente a esta, la opinión ajena solo nos puede afectar si le damos importancia. Todos tenemos la opción de elegir qué cosas valorar y qué cosas no. Y recordemos que nada es más cambiante que la opinión de los demás.
El dato: Bernardo Stamateas
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